Trastorno afectivo estacional, ese nombre le pusieron los médicos. Yo solo sé que otra vez otoño toca a mi puerta y mi mundo se descontrola porque disminuye la luz. No se lo cuento a nadie porque nadie se vuelve mucha gente y mucha gente se vuelve mucho ruido y mi soledad no acepta eso. Entonces con mi taza de café y mis manos gélidas me alejo de todo. Me siento en un rincón, con las rodillas en el pecho y observo, me observo. Me quedo así, esperando las respuestas a mis preguntas, porque sé que todas las respuestas están en mí, pero no siempre salen cuando las necesito. Y duele, algo en el alma duele, entonces lloro y me lamo, como los gatos, las heridas emocionales que no puedo ver. Me abrazo, porque es lo único que puedo hacer y me digo que sea paciente porque todo es temporal, todo pasa, todo se acaba. El mejor ejemplo que tengo de ello es la vida.