De pronto siento que algo dentro de mí cambia, no, más bien florece. Sí, de pronto siento una empatía que antes no tenía con las personas. También mi paciencia ha cambiado, soy más tolerante cuando las cosas se hacen con cariño y con tacto, y menos paciente con quienes de alguna forma me agreden. No, nadie me agrede, yo aún lo permito. Pero eso también está cambiando. Hace un tiempo escribí una frase que hoy vuelvo a leer con otros ojos, con otro cerebro y con otro entendimiento: «Tarde o temprano, todos volvemos a florecer». Y heme aquí, floreciendo en un mundo que, por muy extraño que a veces me parezca, es mío porque forma parte de mí y yo de él. En este nuevo florecer solo quiero hacer una petición. A todo aquel infame que pretenda tocar mi alma, mis palabras escritas y mi nombre, le pido una sola cosa: Que nunca jamás me pida que me disculpe por ser la persona que soy. Bastante me ha costado.