Como la luna y el sol, así son mis perfiles, diferentes. Como el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo. Dos hemisferios en un cerebro, dos perfiles en una cara. Aceptarlo fue una batalla sempiterna, pero ahora respeto que cada uno brilla y piensa a su tiempo, y que la luz y la sombra son solo un equilibrio. Todo es parte de mí. Aunque la baja autoestima me quiera convencer de que en la oscuridad brillo más y el ego, que no es otra cosa más que hábitos aprendidos, me empuje a una luz oscura, que deslumbra, que es cegadora, pero falsa y confusa.