Salí. Fui al centro. Todavía me sigue sorprendiendo la nueva normalidad. El antes y el después. Como en las películas apocalípticas. Ya han pasado algunos meses y, aún así, me cuesta dar crédito. Es increíble, a cualquier lugar donde vayas te reciben y te apuntan con una pistola: un termómetro digital infrarrojo. Piensas, soy inocente. ¿Pero lo eres? Y si uno se quita la mascarilla, se vuelve una amenaza para el resto. Todos estamos contagiados de miedo, que es invisible e inevitable. Es que sí, somos muy frágiles, aunque el ego nos diga lo contrario.