Artículo: Los erroríficos paradigmas

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Viernes 13 de Septiembre del 2024

23 de octubre 2016

Los paradigmas son patrones de comportamiento que moldean nuestra vida diaria y nos condicionan para reaccionar de cierta forma ante eventos inesperados. Fungen como creencias que añadimos a nuestro diccionario de vida y generalmente las consideramos verdaderas o falsas sin analizar la veracidad que tienen. Es un conglomerado de conocimientos que nos da una visión del mundo que nos rodea. El inconveniente es que puede ser una visión no acertada, ese es el gran problema de los paradigmas, aceptamos información sin valorarla.

Dar por sentado una premisa sin ninguna valoración es un paradigma y generalmente un gran error. Son varios los ejemplos que existen de cómo un pensamiento erróneo (que se mantuvo por muchos años como una verdad absoluta), ha marcado la historia de la humanidad: El universo gira alrededor de La Tierra; La Tierra es plana; las mujeres son menos inteligentes que los hombres porque tienen menos cloruro de sodio en el organismo, “Es un hecho comprobado que en la escala de los seres, el más desarrollado es el que tiene más sal”; las personas de piel oscura nacieron para ser esclavos, y muchos más. Thomas Kuhn dio una definición muy acertada: “Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica”.

¿Qué tanto daño puede provocar un paradigma?

De forma inmediata, ninguno pero después de un tiempo crean una ceguera que impide que la verdad se vea y se entienda. Las consecuencias a nivel social se ven reflejadas en la poca o nula opinión y la crítica; de ahí que haya tanta corrupción y abuso de poder: “Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar” Hypatia de Alejandrí. Los paradigmas han matado a grandes pensadores, uno de ellos fue Jesús de Nazaret.

¿Cómo evitar contaminarnos?

Buscar siempre ser objetivos ante la contaminación: las palabras, las relaciones, la gente y las familias tóxicas. Les compartiré un ejemplo de algo que me acaba de pasar. Algunas personas hicieron comentarios fuera de lugar sobre mi anillo de compromiso: “Qué chiquito está… no te preocupes igual y después te lo cambia por uno más grande”, “Lo bueno es que lo puedes usar diario porque ni se ve, no llama la atención”. Es mi responsabilidad cuidar de mí y no permitir que otros me hagan daño, por eso es importante ser objetivos para poder filtrar la información que recibimos todos los días. A mí no se me olvida que me voy a casar con un gran hombre, no con una piedra. El valor lo tiene él y no el diamante. Cuando aprendes a ser objetivo ante las cosas se te resbalan, porque las pones en una balanza, les das el valor que merecen y no te enganchas con situaciones, comentarios y personas que no lo valen.

Es una lucha diaria la que se tiene que librar para no caer en paradigmas que nos involucionan como seres humanos. Yo perdí años importantes de mi vida por creer paradigmas que eran falsos, por ponerme etiquetas en la frente que no me corresponden y por cerrarme a nuevas alternativas. Romper un paradigma es romper una venda que nos impide tener una mejor visión de la vida y nos da libertad.

¿Saben por qué lo sé? Porque sin haber estudiado la carrera de danza clásica o contemporánea, bailé en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila en Madrid, España; porque no estudié periodismo pero escribo para un periódico que se llama Eje Central y estoy por publicar mi primer libro; porque no soy diseñadora de modas ni textil, pero ya lancé mi marca y mis bolsas al mercado. ¿Por qué? Porque hace más el que quiere que el que puede. Al diablo con los paradigmas.

 

 

 

 

 

 

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